Ubicada en el centro mismo de la ciudad de Santiago, la Catedral Metropolitana es un ícono inconfundible frente a la Plaza de Armas. Construida entre los años 1748 a 1906, pasó por varias remodelaciones y redefiniciones en su diseño original, aprobado en sus inicios por la corona española, pero se atribuye gran parte de su fachada al proyecto de Joaquín Toesca, el mismo encargado del diseño del Palacio de la Moneda y quién estuvo casi 20 años encargado de la obra.
Este edificio abarca casi una cuadra completa si se suman los edificios del Palacio Arzobispal (ex residencia del Arzobispado) y la Capilla del Sagrario, todos declarados Monumento Nacional.
En su interior se encuentran sepulcros de personalidades, obispos y aristócratas, así como también altares que recuerdan a los santos chilenos Santa Teresa de los Andes y San Alberto Hurtado, entre otros, y la lápida en memoria de los hermanos Carrera, próceres de la independencia de Chile.